Hace dos días fue mi cumpleaños, y la experiencia fue
curiosa: últimamente he notado como cada año el número de llamadas va bajando siendo los únicos que llaman gente muy cercana a tu entorno. Este año, curiosamente, he encontrado un incremento
altísimo de mensajes en facebook, esto es lo que venimos a denominar aquí la “textualización”
de las relaciones sociales (y es la razón por qué a veces me repatean tanto las redes asociales). Cada vez son más los que optan por la vía
electrónica, que no digo que no sea incorrecta pero se torna en fría demasiado fría; lo cierto es que
la voz sigue siendo bien importante. Es la voz la que te emociona
con un “felicidades” y que te saca de tu rutina diaria.El País Semanal habla sobre el fenómeno whatsapp:
“Fernando Fernández, de 28 años y editor de vídeo para una
productora audiovisual madrileña, fue el primero en su grupo de amigos en decir
adiós a los mensajes de texto, primero con el chat de su BlackBerry y desde
enero de 2011 con WhatsApp. Hoy no duda en que eso ha configurado su vida
social. "A los 'amigos caros', a los que me hacen pagar un mensaje, les
hablo menos que al resto. No es tacañería, es inercia. Y al final estás más
cómodo con la gente con la que más hablas aunque no sea en persona",
reconoce. Y es que, aunque pueda sonar increíble, es cierto que quienes no
tienen WhatsApp están quedando tecnológicamente atrás.”
En el mismo artículo podemos leer también esto (Félix Brezo):
"Los SMS no eran más que un añadido de los ochenta, cuando las operadoras
descubrieron que en la línea de voz sobraba espacio como para mandar mensajes
cortos, así que el coste de su envío era testimonial. Un tercio de céntimo por
cada SMS. El beneficio ronda el 3.000%".
Desde aquí reivindico la voz, aunque nos cueste un ojo de la cara.